El "hacedor" de nuevas Religiones, el creador de Mitos, Leyendas, Dioses, Prehistoria. Sin duda alguna una de los grandes y mejores cerebros del siglo XX. Aquel que paseaba por las tumbas y odiaba la luz, el que revivía por las noches para encontrarse con sus fantasías angustiosas.
Porque hablar de este autor es hablar de la narración fantástica por excelencia. Un soñador, un personaje insólito, controvertido, lleno de contradicciones, ateo confeso y declarado, y sin embargo “germinador” de futuras religiones…
El 20 de agosto de 1890, nace en el seno de una familia “bien” de Provindence (Nueva Inglaterra). Una familia “bien”, aunque eso sí, venida a menos. Su padre era un viajante, muy aburguesado, muy disciplinado, muy jerárquico, pero muy desapegado de su familia. Aunque Howard tampoco tuvo mucho tiempo para conocerle ya que murió pronto (1898), y esto sería fundamental en su vida. Esto hizo que se aferrara fuertemente “a las faldas” de su madre, Sarah Susan Phillips, una madre dominante, posesiva, trágica, altiva, presuntuosa, fría, rígida… y muy orgullosa de su pasado británico.
Su madre le inculcó desde pequeñito, que “lo británico” era lo mejor que le podía ocurrir a un ser humano. Y Howard creyó en su madre (quién no lo haría, era lo único que podía hacer). Así nos encontramos a un joven frágil, enfermizo y medroso que únicamente vivía para su madre. Los niños del barrio no querían jugar con él. En sus primeros 30 años de vida (los que vivió con su madre), jamás paso una noche fuera de su casa. Esto nos da idea de la sobreprotección a la que estaba sometido. No le gustaba comer (solo dulces y helados), no le gustaba pasear, no le gustaba hacer deporte…
Dicen que en su habitación creaba Santuarios al Dios Apolo, a la Diosa Atenea , incluso a Artemisa, y que adoraba secretamente a estos dioses paganos. Todo eso lo aprendió de los viejos libros de su abuelo.
Era alto, desgarbado, no muy agraciado. Los que le conocieron, dicen de él que era feísimo, que tenía una mandíbula descomunal y unos ojos de “pez”, pero que la bondad afloraba en su mirada. Era muy reaccionario y no le gustaba nada eso del progreso, pensaba que Estados Unidos era un país poco más o menos de “animales” que permitía que llegaran inmigrantes harapientos de la vieja Europa, y que se estaban cargando “Inglaterra” (él pensaba que Estados Unidos nunca debió obtener la independencia).
Cuando Howard hablaba de Estados Unidos, hablaba del “cisma del 76” (ya sabéis que Estados Unidos empezó a pelear por su independencia en ese año). Pero sigamos hablando del joven Howard… ya hemos dicho que no tenía muchos amigos, pero él si quería relacionarse, y no en vano puso a funcionar su fantasía, y cuando tenía 13 años organiza un gabinete de detectives llamado Los Detectives Privados de Providence, que consigue hacerle popular en su barrio. Pero pronto se cansa y se dedica de nuevo a la lectura, se vuelve a encerrar en su vieja biblioteca. Hay que decir que Howard tenía un alto concepto de si mismo, y que en muchas ocasiones se refería a él en tercera persona. Decía “Howard lee cuentos de Hadas, Howard lee los cuentos de las Mil y una Noches, y le parecen tan sinceros y tan certeros como la Biblia ”.
Este ateismo del que ya hemos hablado, posiblemente le llevó a crear su propia Religión, y esta se encontraba en el Reino de Cthulhu. A los 15 años escribió su primer relato, La Bestia de la Cueva. Y seguía leyendo hasta la extenuación, era un profundo admirador de Edgar Allan Poe, pero también de los grandes autores de la Literatura Gótica (tenía fijación por el siglo XVIII, su siglo favorito). Pero el siglo XX estaba ahí, con su avance y desarrollo, y él estaba francamente horrorizado, todo le superaba.
Esperaba a que la humanidad se durmiera para salir a pasear, y entonces le acompañaba la noche, y entonces se acercaba a los cementerios. Aunque estas costumbres nos pueden hacer pensar que era un “bicho raro”, lo cierto es que era lo más parecido a un inglés refinado, educado y culto. Como todo hay que decirlo, Lovecraft simpatizó con los movimientos fascistas (en el final de su vida), aunque él era un profundo y convencido pacifista, pero desconfiaba del ser humano, pensaba que nuestro género necesitaba el conflicto permanente, que la guerra en nosotros era innata y que por eso acabaríamos como especie. Y no andaba muy descaminado, aunque esperemos que en esto último se equivoque…
Con 27 años publica su primer gran relato, Dagon. Nunca público ningún libro, pero sí muchos relatos estupendos en revistas del género, claro (lo que hoy sería revistas como Mas Alla, Enigmas, Año Cero…). Pero en 1921 muere su madre, y esto hace entrar a Howard en una profunda depresión. Además, esto hizo disminuir el presupuesto familiar. Se encontraba arruinado, poco tenía, pero si mucho que dar a la Literatura. Y esto le hizo dedicarse de pleno a la escritura. Se convirtió en corrector de estilo, en crítico, y sobre todo se convirtió en el gran escritor que todos conocemos.
Y empezaron a llegar los relatos, y Weird Tales fue la revista que acogió esos relatos. Y aunque pasó desapercibido para el gran público, se empezó a gestar un pequeño grupúsculo de seguidores, lo que se llamaría posteriormente El Círculo Lovecraft. Un grupo de jóvenes adolescentes y escritores noveles que empezaron a fijarse en su obra. Y empezaron a enviarle cartas, y sorprendentemente Howard empezó a contestarlas. Y en esas cartas se podía atisbar la inteligencia de Lovecraft, un tipo resuelto, educado y tremendamente culto, incluso dicen que con gran sentido del humor. Solía terminar su epístola con la firma “El Sumo Sacerdote”. Y se empezó a gestar su leyenda, y en los años 20 llegaron sus mejores relatos, como El Ceremonial o La llamada de Cthulhu.
Pero también hubo un hueco para el amor en su vida, y en 1924 conoció a una mujer que trabajaba en la Asociación Amateur de Escritores, cuyo nombre era Sonia Greene, 10 años mayor que él, pero con un dato esperanzador, se parecía enormemente a su fallecida madre… Fue como un matrimonio “edípico” y se fueron a vivir a Brooklyn. Pero lo que más horrorizaba a Howard no era comer carne, no, era el sexo, le tenía un miedo atroz a la practica del sexo, no soportaba hacer el amor. Y claro, Sonia Green tampoco estaba para perder el tiempo, y dos años después se separaron.
Howard regresó a Providence, donde pasaría ya sus últimos años. Que relatos tan fantásticos nos dio. El Color que cae del Cielo, Las Montañas de la Locura (mi favorita)… Y llegaron esas “manías” fascistoides. En uno de sus viajes a New York, iba caminando por el centro de la calzada, aterrorizado ante la visión de unos inmigrantes italianos. Lovecraft estaba lleno de fantasmas y miedos…
Y en marzo de 1937, víctima de un cáncer intestinal complicado con una afección renal, llegó su hora y murió sin decir palabra. Y llegaron sus seguidores, que eran “legión” por entonces, y empezaron a crear una Leyenda en torno a él, y empezaron a hablar de “aquel” que paseaba por los cementerios, y se empezó a incrementar la Leyenda de Cthulhu. Aún hoy en día, todavía muchos, siguen creyendo que El Necronomicón es un libro auténtico, y no es nada más que otra de sus creaciones. Este libro supuestamente escrito por Abdul Al-Hazred en el año 738 y editado en 1647 en España, era el libro maldito, la Enciclopedia del mal. Este libro aparecía en muchos de sus relatos, y lo hacía con tal insistencia, con tal complejidad de datos y bibliografía, que la gente empezó a pensar que el Necronomicón era auténtico.
Un personaje controvertido de la Historia de la Literatura que podrá gustar más o menos, pero que sin duda no deja a nadie indiferente. H.P. Lovecraft, el creador de Cosmogonía…
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